Despedimos el año con humor

 


Nieto: Abuelita, cierra los ojos.

Abuela: ¿Y por qué quieres que cierre los ojos?

Nieto: Porque papá ha dicho que, en cuando tú cierres los ojos, seremos millonarios. 
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Sobrina: Tía Mercedes, ¿de dónde vienes?

Tía: Pues del Salón de Belleza.

Sobrina: Ah. ¿Y estaba cerrado, verdad?
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Amigo A: ¿Puedo confesarte un secreto?

Amigo B: Faltaría más, por eso somos amigos.

Amigo A: Necesito 6.000 euros.

Amigo B: Tranquilo, como si no me hubieses dicho nada.
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Un general le dice a su soldado:

¡Soldado, ice la bandera!

El soldado la mira un rato, asiente y responde:

Pues le felicito, mi general: le quedó muy bonita.
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Persona A: Oye, ¿quieres ser mi sol?

Persona B: Sí, claro.

Persona A: Pues hazme un favor y… ¡aléjate 150.000.000 kilómetros de mí!


Chistes fin de año

 


¿Aún sigues enfadada?
¡Me prometiste que felicitarías a mi madre en fin de año!
¿Y no lo hice?
Le dijiste feliz noche, vieja.
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¡Feliz Navidad, grita un borracho!
¡Pero si estamos en enero!, le dice un amigo.
¡Ay, la leche, mi mujer me va a matar!
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Había un hombre tan, tan, pero tan tan tan... Tan tan tan que parecía una campana gigante.
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Los amigos son como los radares de la guardia civil, aunque no los veas siempre están ahí 
¡Feliz Año Nuevo!


Esto es un catalán que...

 


Esto es un catalán que, desde 15 días antes del sorteo de la Lotería de Navidad, está en la iglesia diciéndole a Dios:
Mira señor. Tú me tienes que ayudar. Tienes que hacer que gane el gordo de la Lotería completo. Y ese año, no le toca nada. Al año siguiente, lo mismo. Y al siguiente... y al siguiente... y al siguiente.
Así que a Dios se le hinchan los cataplines, y se le aparece al catalán con una luz muy grande y un trueno muy gordo:
Hijo mío. Yo te quiero ayudar. Pero compra el décimo por lo menos.
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Como el juez prometió ser tolerante esta Navidad, le pregunta a un acusado:
Hombre, ¿De qué se le acusa?
De haber hecho mis compras navideñas con anticipación.
Hombre, pero eso no es un delito, ¿Con cuánta anticipación las compró usted?
Antes que abrieran la tienda.
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Jaimito, me voy a la compra, fijate cuando hierva la leche. La madre vuelve de la compra y toda la cocina esta cubierta por la nata de la leche. 
Pero no te dije que te fijaras cuando hirviera la leche? 
Si, a las 10:23 exactamente.


Vamos a reirnos

 


Dos rubias se van al bosque en busca de un pino para Navidad. Después de dos horas de búsqueda, una le dice a la otra: «Bueno, ¡ya es suficiente! El próximo pino que veamos nos lo llevamos, ¡tenga o no tenga bolas de Navidad!».
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¿Qué es una solterona?
Una mujer que ha pasado muchas navidades pero ninguna nochebuena.
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¿Quien es Santa Claus?

Santa no trabaja personalmente, sino que dirige a montones de subalternos.
Tú nunca llegas a ver a Santa, sólo a sus empleados.
Santa no llega a las 40 horas semanales de trabajo ni de lejos.
 Santa viaja un montón.
Santa tiene trabajo hasta que quiera retirarse.
Obviamente, Santa es un político.


Una vez escuché la definición de amor.

 


Una vez escuché la definición de amor.

Es cuando te importa tanto una persona, que serías capaz de sacrificarte por ella, sin importarte las consecuencias.

Y aquí estoy yo.
Viendo como un autobús está a punto de arroyar a mi mujer. A lo mejor es por que el subconsciente es capaz de procesar datos a la velocidad de la luz, o simplemente me entran dudas, pero antes de cometer alguna estupidez, me pregunto si la persona que está en el paso de cebra a punto de ser aplastada por una enorme rueda, merece el mayor de los sacrificios. Mi vida.

El autocar avanza inexorablemente hacia ella, lo sé. Por que estoy viendo como el chofer intenta sin remedio detenerlo. Va demasiado rápido y su cara ya ha perdido cualquier rastro de sangre, convirtiéndola en un lienzo en blanco.

¿Cómo es posible que me entren dudas? Si yo la quiero.
¿Cómo puede ser, si siempre me he creído una persona noble? De esas, que se han llenado la boca diciendo ¡ojalá me hubiera pasado a mí!

Sin embargo, ahora me tiemblan las piernas al pensar que o es ella o yo. ¿Qué coño hago?

Quizás sea el instinto de supervivencia, o que se yo, el hecho es que mi cabeza sólo busca excusas y pretextos para no hacerlo.
Por un lado tengo el tema del piso, si mi mujer fallece, tengo la hipoteca pagada, por otro lado, seguro que la compañía de transporte metropolitano me da una suculenta indemnización con tal de paliar el fuerte agravio que me han producido y, así un sin fin de pensamientos que me atornillan los pies a la acera. Si hasta me acuerdo de las discusiones triviales en las que yo tengo razón.

Justo cuando me siento el hombre más mezquino y ruin que hay en la faz de la tierra, un grito me trae de nuevo a la horripilante escena.

¡Estás ciego o qué!- es mi mujer chillándole al chofer.- ¡Serás gilipollas!
¿lo has visto?- me pregunta.- ¡Eh! ¿¡Estás ahí!? Vamos que tenemos prisa.-
Sujeto con renovadas fuerzas las bolsas de la compra y me alejo de la escena agradecido por no tener que hacer ningún tipo de sacrificio humano. Mientras avanzo por el paso de peatones me fijo en la cara del chofer. Suspiramos los dos a la vez. Cuando llego a la otra acera me doy cuenta de una cosa.

No quiero tanto a mi mujer.