MI familia y el 600, una historia verídica...

Tengo que contar esta historia de mi familia que es verídica...Mi padre se compró un Seat 600 que en invierno era todo un reto porque con el frío y todas las ventanillas cerradas se empañaban los cristales, teníamos que abrirlas y al momento el vaho se congelaba y no se veía nada, pero lo peor era la escarcha que enseguida cubría a mi madre en el pelo y daba miedo, parecía salir de un refrigerador de la mortuoria...al perro se le quedaban los bigotes congelados y parecían estalagmitas...

Pero como quiera, el invierno era pasable, lo más duro llegaba en los veranos de camino a la playa que si abrías la ventanilla el aire caliente con sus sesenta grados te ponía la cara como una cazuela de pulpo a la gallega, incluso con sus motitas y todo, que parecíamos tener el sarampión...

Teníamos que ir cargados con bidones de agua porque se calentaba tanto el motor que parecía más bien una locomotora cuando por todos lados salia vapor del radiador...Ni que decir tiene que cada 50 kilómetros teníamos que parar, mi padre decía que a estirar las piernas, pero la verdad es que si no paraba, el coche decía hasta aquí llegue y ya teníamos el día de playa echo.

Entre paradas y agua y más paradas y mas agua para el 600 y para no deshidratarnos nosotros y el perro, llegábamos a la playa cuando ya la gente estaba recogiendo para irse, yo a la única que veía feliz con eso era a mi madre, era muy blanca y con cinco minutos de sol se ponía del color del coche, así que desde el paseo donde le pedía a mi padre que abriera la sombrilla, se sentaba a mirar con sorna a esos besugos que se tostaban en la playa. ella decía, que tontería con lo hermoso que están crudos.

Mi padre lo sacaba todo aunque yo le dijera, ¿para que papa? si ya nos vamos a Sevilla, tu calla, que no nos vamos a llevar la tortilla de papas de vuelta...mi madre agarraba la fiambrera y cogía un trozo de tortilla pequeño para mi padre y para ella, decía que con el calor no se puede comer mucho, pero a mi me largaba tortilla y media porque estaba creciendo y tenia que comer bien, aunque yo nunca noté ese crecimiento...

Como yo era hijo único, me decía que era su ojito derecho, mi padre se quedaba muerto hambre mirando con envidia los trozos de tortilla que me zampaba y ella le decía que lo hacia por su bien, cuando ya tenia la barriga que no podía más, me tomaba un litro agua y me entraban unos sudores que no tenia que bañarme para estar bien mojado...

Yo quería bajar a pisar el agua pero nunca me dejaban porque me decían que no podía mojarme haciendo la digestión y veía con envidia a los demás niños que ya estaban saliendo del agua...Pero lo peor estaba por llegar...

Recogíamos rápido para que no nos cogiera la caravana de vuelta, pero íbamos tan despacio para que no se calentara que la guardia civil nos escoltaba por el arcén de la carretera y como a la ida, el coche se paraba cada 50 kilómetros a pedir agua...tardábamos otras seis horas en llegar a Sevilla y despertar a todos los vecinos con nuestras descargas y subida de bártulos a la casa...

Antes de dormir y ya agotados, mamá hacia siempre una oración...Gracias señor por otro maravilloso día de playa que no muchos pueden disfrutar...una vez que me dio por reírme, mi padre me arreo un meneo en la cabeza que estuve mareado tres días...

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