Z.P. fallece y, obviamente, va al infierno. Allí le recibe el diablo quien, después de darle la bienvenida, le comunica que ya se encuentran allí muchos de sus compañeros de partido y que había novedades en el sistema de torturas. Había tres tipos de tortura, corrían en ciclos de mil años pero él, como ex presidente de gobierno tendría la deferencia de poder elegir por qué ciclo comenzar. Dicho esto, Z.P. fué conducido por el diablo a la primera sala de torturas en la cual vió con emoción a Rubalcaba que estaba siendo azotado con cadenas.
“Llévame a la siguiente sala”, balbuceó Z.P. al diablo, todavía conmocionado por lo que acababa de presenciar.
En la siguiente sala vió con estupor a Roldán, colgado de los brazos, siendo flagelado con un látigo con puntas de hierro.
Z.P. casi sin habla, sacudió la cabeza en signo negativo y el diablo le llevó a la tercera sala en la cual encontró a su ex jefe Felipe González, sujetado con argollas a la pared y totalmente desnudo. Una mujer escultural le estaba practicando sexo oral. Sin poder contener las lágrimas, Z.P. no dudó un instante y exclamó: “Si, si, aquí es por dónde quiero comenzar”.
El diablo le preguntó: “¿Estás seguro Z.P.? Te recuerdo que esto va a durar mil años”.
“Si, si, estoy completamente seguro. Es aquí donde quiero empezar”, respondió Z.P. con emoción mientras intentaba sonreir a González sin que éste se percatara de su presencia. “Bueno”, dijo el demonio encogiéndose de hombros. “Allá tú”.
Dicho ésto se encaminó hacia donde estaba la hermosa rubia, le tocó el hombro y le dijo: “Te puedes ir. Llegó el relevo”.
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