Un día nuestra cortadora de césped se estropeó.
Mi mujer colmaba mi paciencia dándome a entender que yo debería arreglarla,
pero siempre acababa teniendo otras cosas más importantes que hacer,
lavar el coche, hacer un informe, en fin, lo que para mi parecía más importante.
Un día ella pensó un modo muy sutil para convencerme,
y cuando llegué a casa me la encontré agachada entre el césped alto,
ocupadísima recortándolo con su tijerita de costura.
Eso me llegó al alma,,, me emocionó.
Decidí entonces entrar en casa, y volví después de unos minutos llevándole su cepillo de dientes,
se lo entregué, y le dije:
Cuando termines con el césped, podrías también barrer el patio¡¡¡
Después de aquello, no me acuerdo de nada,,, estoy en blanco... Los médicos dicen que volveré a andar,
pero que cojearé el resto de mi vida???
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