El pavo maricón...


Andaba un pavito triste
llorando desconsolado
por llegar la navidad
y saberse cocinado.

Era el pavito bien macho
y de virgen presumía
que por la puerta trasera
nada en su cuerpo entraría.


No quería ni pensar
que con sus patas abiertas
lo violaran por detrás
con chorizos y pancetas

Triste lloraba el pavito
y otro pavo que allí estaba
le dice que es una gozada
que te metan por detrás
buena morcilla en manteca
para de gusto gritar.

Pero que el quisiera ser
una feliz  ambulancia
que le metan gente entera
por detrás hasta la panza.

Sonar con voz de soprano
la sirena por las calles
darse un fuerte revolcón
con un macho de buen talle.

Que espera la navidad
con dicha y con mucho gozo
para sentirse relleno
y sentirse muy dichoso
pues no hay nada mas delicioso
para un pavo maricón
sentirse muy rellenito
de panceta y salchichón.

Ángel Reyes Burgos

Esposa muy lista...


La esposa le dice al esposo:

¿Por que no arreglas la luz del pasillo?

El esposo contesta:
¡Pero si yo no soy electricista!

¿Por que no arreglas ese mueble de la cocina?
¡Pero si yo no soy carpintero! 

Un día llega el esposo y ve que la luz y el mueble
están arreglados y el esposo le pregunta:

¿Cómo has arreglado todo?

Vino el vecino nuevo y lo arregló todo.
¿Y te cobró algo?

¿Bueno, me dio a elegir entre hacerle un pastel o acostarme con él.

¿Y de que le hiciste el pastel?

¡Pero si yo no soy pastelera! 

Mi flaquita La catrina, día de los muertos.

Estoy por todos tus huesos
flaquita de mis amores
con tu sonrisa burlona
y el sombrero lleno flores.

Aunque naciste en México
tu quisiste ser francesa
y te pusieron ese sombrero
que llevas en tu cabeza.

El señor Guadalupe Posada
te dio esa simpatía
para que griten la gente
que por ti se morirían.
Yo te amo mi flaquita
y muero por tus huesitos
pero no me lleves ahora
déjame seguir vivito.

Ya llegará ese momento
en el que por tus huesos muera
y llevándome contigo
estaré siempre a tu vera.

Veras que bien lo pasamos
con el mismo satanás
riendo a mandíbula batiente
por toda la eternidad.

Ángel Reyes Burgos